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Diseñadores industriales y psicólogos italianos han comprobado si el entorno puede influir de algún modo en el sabor de los alimentos. Resultó que esta hipótesis no es descabellada.
Para comprobar su hipótesis, los científicos dieron a los voluntarios zumo de naranja con bajo contenido en azúcar. Pero lo bebieron en entornos diferentes.
Primero colocaron a los participantes en el experimento en una institución «cálida», donde había decoración roja y sonaban ruidos con frecuencias altas. Después fueron a un lugar con iluminación fría, en el que predominaban los colores verdes y se oían ruidos de fondo de baja frecuencia.